La Literatura se caracteriza por ser un ámbito
bastante copado de prejuicios. No sólo desde la crítica, sino también por parte
de los lectores. Jane Austen ha sido considerada una escritora de novelas
“rosa” y una casamentera empedernida. Pero catalogarla en este tipo de
narrativa no permite acceder a la verdadera riqueza de su obra.
Si bien el género sentimental es la base de sus
historias, quedarse en ese aspecto es caer en lo anecdótico. El matrimonio fue
el centro de las novelas de Austen; sus heroínas se desenvuelven en el rígido
ámbito rural inglés de fines del siglo XVIII y principio del XIX donde sus
perspectivas se desarrollan en torno a la unión con un hombre. Todo gira en
torno a la posibilidad del casamiento. Pero detrás de las historias de sus
protagonistas, Austen devela la realidad de la época: la unión con un hombre se
convierte en el horizonte de posibilidades de la existencia femenina. Es la única
opción de cambio y de ascenso o movilidad social para la mujer. De esta manera,
no resulta tan paradójico que la casamentera máxima de las letras inglesas haya
permanecido soltera hasta su muerte: en su obra desnuda la realidad del
matrimonio como pacto social donde se activan jerarquías, respetos y
obediencias.
Por otro lado, la escritura de Austen ha sido
caracterizada como demasiado descriptiva y lenta en el desarrollo de las
acciones. En realidad, esto es producto del agudo poder de observación de la
autora que se manifiesta en lo descriptivo. Lejos de convertirse en un relato
superficial y lleno de detalles superfluos, la narrativa de Austen logra un
grado extremo de verosimilitud, con una ausencia de premura que acelere
indebidamente la acción, y con un grado muy alto de agudeza psicológica apoyada
en el retardo de la acción en beneficio de la profundidad descriptiva.
De esta forma, la autora maneja emociones mucho más
profundas de las que parecen aparecer en la superficie. Como dice Virginia
Woolf: “Lo que ofrece es, aparentemente, una nimiedad; no obstante está
compuesto de algo que se expande en la mente del lector y dota de las formas
más duraderas de la vida a escenas exteriormente triviales. El énfasis está
siempre puesto sobre el carácter”. A través de las agudas descripciones de la
vida realiza una discriminación de valores humanos.
El prejuicio es uno de los elementos adversos para sus heroínas y ella se burla de
los prejuicios de la época. El gran blanco de ataque de la narrativa de Austen
en términos concretos es el prejuicio. Y esa crítica llega a través de la
sátira y la ironía, tan precisas a veces, que se nos escapan. Austen no teoriza
sobre la naturaleza del prejuicio, sino que lo pone en acto; y en esa puesta tan
equilibrada de sus dotes narrativos la proporción exacta le gana a la
estridencia.
Como lectores de Jane Austen es un orgullo vencer al prejuicio que recae sobre su obra. Es cuestión de sensatez, más que de sentimiento, poder vislumbrar la
importancia de su narrativa. La persuasión
se logra sólo con leerla.