viernes, 28 de septiembre de 2012

Simbiosis oscura (Por Mariana P.)


...”Ven esta noche, amado; tengo el mundo sobre mi corazón...La vida batalla...
Ven esta noche, amado tengo miedo  de mi alma”...
(Alfonsina Storni)

“La noche está en pañales” frase o dicho popular que escuché cientos de veces y que implica, para la mayoría de las personas que suelen emplearla, que la noche es “joven”, que es propicia para algo. Por lo general está asociada a la idea de salir, de irse de copas, de divertirse. Yo, por el contrario, suelo utilizarla para otro fin. Si bien, para mí sigue manteniendo el significado de “noche joven” o “temprana” pero en lugar de adherirla a la posibilidad de salir y festejar yo la prefiero para otro uso. Un uso que me conduce hacia adentro, que me sumerge en mi galería interior. Un uso privado, íntimo, profundo, desgarrado. Porque en ese momento del día, cuando ya la luz se ausenta, donde me permito encontrarme conmigo misma, donde me atrevo a ser yo sin mi forma pública, despojada de mis disfraces y reveses que me propone la maldita rutina que me termina conduciendo a un aceleramiento exacerbado del tiempo.

Entonces, en la conjugación de sinceridad y palabra me atrevo a pensar en ÉL. Él que no tiene un nombre propio sino más bien cientos. Él que parece llenar los recovecos vacíos de quienes sienten la necesidad  de ser saciados. Él que promete ser la mitad de una unidad compuesta por dos partes y que de algún modo desafía las leyes de la matemática y de todo su poder científico. Él, el protagonista de cientos de versos escritos por los poetas más sensibles. Él, el autor de la más célebre batalla: la guerra de Troya que no es más que una lucha amorosa disparada hacia el infinito.

No pretende ser humilde, ni pasar desapercibido ya que él siempre quiere ser protagonista, protagonista también de muchas locuras. Es que en realidad se piensa que su talante y la locura van de la mano. Yo, sin embargo, creo que sin  una pizca de racionalidad, él perdería la partida. ¿Y por qué digo partida? Lo enuncio así debido a que él podría ser representado como un juego de ajedrez. Practicamente lo podríamos reducir a una jugada, a un movimiento. Del ajedrez se dice que es un deporte de estrategia, de guerra, de inteligencia. Él claramente carga con todo eso y más mucho más.

Él y la noche constituyen la simbiosis más perfecta, más necesaria, más profunda, más prolífera pero también más melancólica y repulsiva. A mí, victoriosamente me ha tocado lidiar con los dos últimos adjetivos. Aquellos que encierran cierta oscuridad. Entonces, si hablamos de oscuridad no podemos dirigirnos más que a ella. Evidentemente contienen (él y ella) un lazo íntimo que superficialmente parece delineado por la coincidencia de funestos colores. 

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