En 1997
salió al aire un programa de televisión que se llamaba “Los Más Más”. La señal que lo emitía era el viejo Canal 9 de
Alejandro Romay e iba de lunes a viernes de 17:30 a 18hs (luego su horario fue
ampliado a una hora). Para quienes no lo saben, el programa consistía,
básicamente, en un grupo de adolescentes que interpretaban las canciones del
momento. Pero no las cantaban en serio, sino que hacían playback mientras
bailaban coreografías poco elaboradas. El nombre de la emisión hacía referencia
a los temas “más escuchados”.
En la
actualidad asistimos al furor de los más
más. Sí, el programa salió del aire en 1998, pero la lógica más está vigente como nunca.
Como dice
Beatriz Sarlo en El lugar del arte, “el
mercado introduce criterios cuantitativos de valoración que contradicen con
frecuencia el arbitraje estético de los críticos y las opiniones de los
artistas”. Hoy por hoy, lo más valorado es lo masivo, lo comercial.
Si se vende,
es bueno; si se consume, tiene valor. No es casual que en las casas de música
se haga un ranking con los discos más vendidos o que en las radios se mida el share
y en los programas de televisión el rating.
En otro
fragmento de su ensayo, Sarlo señala que “en el mercado se hacen oír las voces
que no tienen autoridad para hablar en la sociedad de los artistas: el público,
cuyo saber es inespecífico, vale allí tanto como quienes poseen saberes
específicos”. Pero no hay que suponer un consumo idealizado de los productos
culturales: el mercado no es un nuevo paradigma de libertades múltiples en las
cuales los consumidores eligen sin mediaciones.
Cuando vamos
a una librería los libros más exhibidos son los best-seller, y ser best-seller
es sinónimo de calidad. ¿Quién no ha escuchado la frase “este libro debe ser bueno,
lo leyó todo el mundo”? Lo mismo sucede con los premios de las editoriales o
los grupos de medios: novela que gana el premio Clarín, La Nación o Planeta,
son dignas de leerse. Géneros y
temáticas son impuestos como una línea editorial con valor masivo-comercial: el
furor de las novelas históricas no puede ser visto simplemente como una libre
elección del autor; claramente, hay toda una lógica que se acomoda al mercado y
que produce sus propios consumidores que, lejos de ser libres, acceden al juego
de la masividad y lo aceptan.
Hasta los
mismos suplementos culturales de los diarios más masivos del país,
supuestamente escritos por críticos y especialistas, ranquean a los más
vendidos y aprovechan a filtrar en la lista a la última novela de la editorial
del grupo. Porque además, sólo son novelas, nada de cuentos, ni poesías. Parece
que asistimos a una suerte de extinción de poetas y cuentistas con talento.
Lo más
vendidos, los más escuchados, los más vistos: es la lógica de los Más Más. Casualmente, el programa
televisivo de Canal 9 fue promocionado como una “adaptación nacional” del
programa inglés Top of the Pops, que
fue emitido a mediados de los 60 por la cadena BBC y que abandonó el aire en
2006. Pero la adaptación era muy lejana: en el ciclo inglés los que hacían
playback eran los intérpretes originales y sólo en ocasiones aisladas (cuando
el tema no estaba tan bien ranqueado), un grupo de bailarines interpretaba la
canción.
"Los Más Más" reproducían canciones originales interpretadas por bailarines que hacían playback; una suerte de simulación en la cual se cumplían diferentes papeles para que el programa funcione. Es la misma simulación y adaptación que el mercado disfraza de múltiples libertades.
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